La verdadera meta de la educación es desarrollar el carácter y la individualidad del estudiante, su mente, su voluntad y el poder de su alma.
La educación es aquella que nos enseña que el objeto del conocimiento, es el servicio. Este “servicio”, es otro nombre del amor y la amistad, que constituye la verdadera esencia de la vida personal y social. El amor y la amistad traen consigo paz, nobleza y humildad, valores básicos de la vida, es lo que se conoce como Espiritualidad.
La Espiritualidad no es el nombre de unos pocos dogmas religiosos. Por lo tanto no hay lugar para hacer afirmaciones dogmáticas en la vida espiritual.
Una vez Huen Tsang le hizo una pregunta a Shil Badra, presidente de la Universidad de Nalanda: “¿Qué es el conocimiento?”, él contestó, “El Conocimiento es la comprensión de los principios o las leyes de la vida; y el mejor principio de la vida es compartir amistosamente con los demás lo que uno tiene”. La capacidad de compartir se conoce cómo Espiritualidad, sin la cual toda educación es un puro ejercicio de inutilidad.
Cómo dice Gentille, un gran pensador, “una escuela sin contenido espiritual es un absurdo”.
La educación moderna hace a los seres humanos espiritual y socialmente incompetentes; seres humanos que llegan a la vida con el solo propósito de ganar dinero y aplausos en esta tierra para su satisfacción personal, olvidando que la verdadera felicidad comienza solamente cuando uno sale de su pequeño ser- el ego- y busca su verdadero Ser.
Lo más importante de la educación es su relación con la vida, el conocimiento sin la acción es tan vacío cómo una sombra. “La educación no es un pergamino marchito sino el agua viviente del espíritu”.
La escuela debe ser un lugar de profesores y estudiantes que reflejan en sus estudios, en sus juegos y en sus vidas diarias la preciada virtud de la humanidad.
Hasta que nuestro conocimiento no nos permita embebernos de las cosas nobles de la vida, no ha servido para nada.
Al-Ghazali, un hombre sabio, dice en su libro Niño, “Conoce, hijo mío, que el conocimiento sin acción es una locura y que la acción más noble que hay es el servicio”.
La enfermedad principal de la educación de hoy en día, es que produce una separación entre el corazón y la cabeza. Pone su énfasis en el desarrollo de la cabeza y agudiza el intelecto. Pero más esencial es la liberación del corazón. Esto será una realidad cuando en la razón se despierte la simpatía por el pobre, el débil y el necesitado. El sacrificio crece en el corazón, entonces es necesario abrir el corazón.
El joven debería:
*ser sencillo, porque la sencillez es la fortaleza.
*aprender a cooperar con los demás y no dejar que las diferencias en creencias u opiniones impidan el camino de la solidaridad.
*aceptar el ideal de creatividad que mira la humanidad como un todo y el servicio como la finalidad de todo conocimiento.
Los profesores deben enseñar a los estudiantes en un espíritu de simpatía y amor, mezclando la información con la inspiración y el conocimiento con el amor.
Un ser humano puede pasar los exámenes universitarios y permanecer ignorante de las realidades de la vida. Puede haber leído cientos de libros y no ser más que un ser humano vulgar. Pero la verdadera educación puede hacerle verdaderamente culto; el alma de la cultura es la cortesía. La erudición puede ser soberbia; la cultura es humilde.
Los Rishis dijeron, Tamso ma Jyotirgamamaya ( “Llévame de las tinieblas a la luz”) Pero las tinieblas no pueden ser iluminadas en un solo día. Solamente una atmósfera apropiada puede ofrecernos lo esperado. Por esta razón en la escuela, el énfasis debe hacerse más en el ambiente que en las reglas, los libros de texto o los edificios.
El tierno corazón del niño debe ser tratado delicadamente. El niño es el centro de la vida creativa. Necesita abrirse como se abre una flor: dulcemente, con simpatía, no por la fuerza. No debe permitirse que un niño se convierta en un prisionero de una máquina de exámenes, ni debe dejarse que sea reñido ni despreciado.
El fruto más importante de la escolaridad es la completa liberación. Liberación de nuestros pequeños “egos” que nos llevan a esparcir toda nuestra intolerancia, terquedad y vanagloria. Si la educación no nos capacita para superarnos eficazmente sobre los niveles ordinarios de nuestros “egos” y elevarnos a mayores niveles de conciencia superiores a nuestra visión normal, no cumple plenamente sus verdaderos objetivos.
Es un hecho lamentable que la educación actual, que debería asegurar un crecimiento integral de la personalidad humana, provee una insuficiente y muy incompleta educación para la vida.
En este proceso la ubicación de la escuela juega un gran papel. La palabra alemana Kindergarten es muy significativa en su composición. Kinder significa niño y Garten jardín, indicando que toda escuela debería ubicarse en un amable lugar de la naturaleza.
Sin un cambio interior el ser humano no podrá por mucho tiempo conseguir un pleno desarrollo de su vida. Para cumplir con esa tarea vital e indispensable, la verdadera naturaleza de la educación tiene que ser transformada, de tal manera que pueda ofrecer a la sociedad, hombres y mujeres, que no sean solamente educados intelectualmente si no también emocionalmente.
Verdaderamente, la educación debe ser ofrecida y orientada espiritualmente, no con el objeto de pasar exámenes, conseguir calificaciones y diplomas o para buscar empleo, sino para enriquecer la moral, la ética y otras facultades y abrir nuevos horizontes para lograr el sueño de la realidad.
K.Sing, 1972
Conferencia dada en Manav Kendra (Instituto de la Unidad y Formación del ser humano).