Nuestros antepasados disponían de otro sistema de almacenamiento y transmisión del saber: la memoria y la transmisión oral. Los niños estaban en contacto permanente con la sabiduría de la transmisión oral, a través de las canciones, los cuentos o las adivinanzas. Desde su tierna edad hasta la madurez escuchaban la literatura que sabían los mayores y jugaban con las canciones y las fórmulas verbales que habían escuchado. Eso fue así durante siglos, hasta que la cultura escrita fue extendiéndose y las formas de vida moderna, con sus sistemas de memoria, eclipsaron la tradición oral.
En su origen, los cuentos populares o de hadas, eran relatos anónimos y populares que los ancianos narraban junto al fuego para mayores y pequeños. Nacieron de una sabiduría que no había sido alcanzada por medio del pensamiento racional y la percepción sensorial, sino por el profundo contacto con el fondo espiritual de las cosas. Vivían en el alma y en la palabra hablada y se consideraban patrimonio popular, porque con ellos la comunidad crecía y se identificaba.
El lenguaje simbólico presente en los cuentos es el recurso que se esconde detrás de la sencillez y se utiliza para transmitir el profundo sentido de la historia de la humanidad mediante símbolos o imágenes dirigidas al inconsciente humano. Lo importante de estos cuentos no es la comprensión intelectual sino la intuitiva y la simbólica. Gracias a este lenguaje específico, los niños ven expresadas sus inquietudes y anhelos, nutriéndose de la esencia de la vida humana.
Madre del cuento de hadas,
tómame de la mano.
Navegando en tu barco
llévame en silencio.
Madre del cuento de hadas,
llévame a tu gran país.
Ilustración: Grusliche Geschichten.